Pues como dice Zarza, “qué gozada!”. Muy cierto. Norrington tiene un aspecto muy simpático y un desenfado para dirigir que uno se siente contagiado de optimismo al verle. Qué bueno que en ocasiones se despoje de la batuta; de lo contrario, el ojo de alguno de los profesores de la orquesta puede resultar fuera de la cuenca.
Cuando activé el enlace de la Novena de Beethoven, al comienzo me extrañé por la velocidad con la que ejecuta la partitura; luego me aocstumbré y sonó muy bien. Es que eso de acostumbrar el oído a las lecturas de tipos “tan malos” como Karajan, Böhm, Fricsay, Celibidache…Sin embargo me asalta una duda: qué le hace pensar a cualquier Músico, que cuando ejecuta una obra empleando instrumentos originales de la época, el tempo es necesariamente más veloz, como dando latigazos en los fortissimos? Lo pregunto porque Sir John Elliot Gardiner hizo un ejercicio similar con las Nueve Sinfonías de Beethoven y la tendencia a acelerar es igual -dígase no obstante, que Gardiner es un genial Director, dueño de una elegancia y una presencia por antonomasia para pararse a dirigir orquestas.
Dispongo de una versión de la Novena que data de 1929 y la dirige Oskar Fried, también acelerando el tempo.
Debo decir que Norrington es ideal para dirigir las obras del período barroco. Sin duda es muy bueno allí. Suena muy, muy bien en el período clasico. A Mozart lo volvió una fiesta con La Flauta Mágica. Con Haydn en “Die Uhr” me dio la sensación que “barroquizó” una obra del Clasicismo. Sí, sí, se escucha como una pieza del Barroco, por esa velocidad que le imprime.
Me resultó un tanto extraña la lectura que hizo de la Primera Sinfonía de Brahms; allí nuevamente aceleró y me parece que la obra de Brahms no se presta para interpretarla así. Le resta inspiración.
Y en Wagner…NO. El preludio de Tristán e Isolda está dotado de una carga emotiva y un dramatismo muy poderosos y profundos, que evocan la personalidad de Tristán y su amor siempre tenso hacia Isolda, amor que la orquesta subraya bien con solemnidad, bien con apasionamiento, bien con “obstinación” si así puede describirse. Norrington despoja la obra de esos caracteres tan propios de la mejor ópera de la Historia, con lo que el sentido de la misma se pierde, haciendo de la partitura una página sin vida. Es muy delicado aventurarse a dirigir Wagner ignorando justamente aquello que lo hace Wagner…por eso prefiero quedarme con los “malos” de siempre: Karajan, Böhm, Knappertsbusch…
Al margen de eso, Norrington es sensacional, un deleite observarlo y escucharle dirigir. Sobretodo, creo que como Ser Humano debe ser muy cálido y afable, siempre dispuesto a dar una sonrisa sincera.
Que así sea; la Música es Vida!
Tempo, tempo! Abrazos Leiter.